LAUTARO KALLER- JULIÁN CENTEYA

Domingo, 21 de Agosto de 2022 02:56 Pablo
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OTRO ACIERTO DE LAUTARO KALLER

LIBRAZO SOBRE JULIÁN CENTEYA

Por Pablo Darío Taboada

“Que bien que escribe este tipo”

Comentario de Carlos Taboada en referencia a la obra de Kaller.

 

Los libros sobre tango son -por lo general- malísimos. Aunque es cierto que también existen algunos peores.

Pero afortunadamente, en el otro extremo de esa indeseada pero inveterada costumbre argentina de escribir mal sobre aquellos que solían escribir bien, se ubican las investigaciones de Lautaro Kaller, coleccionista y tangófilo rosarino, cuyos excelentes trabajos ya no nos sorprenden, porque somos sabedores de su fina pericia historiográfica y literaria; aunque sí, siempre, nos gratifican por las enseñanzas del mundo que nos regalan.

No soy muy original con esto (creo que de poco vale la originalidad) aunque pretenderé ser auténtico con la crítica de un libro que merecería catalogarse como librazo: “Julián Centeya. Dueño del mundo que da la esquina” (Editora Universidad Nacional de Rosario, 2022) del admirado Lautaro Kaller.

Portavoz de su propio talento, cuya resonancia no puede disimularse nunca, Kaller nos invita a recorrer por intermedio de la brillantez de su pluma, tan prístina de pensamiento, toda una época añeja que amamos y que revivimos aun sin haberla vivido, gracias al sortilegio de sus palabras.  

Lautaro Kaller es un hombre inteligente y obra en consecuencia. Sus libros a la postre, no son sino el reflejo de su espíritu locuaz, amalgamado en una simbiosis metafísica con cada suceso, lugar, cosa y persona que nos describe en su obra. Cada palabra de Kaller sobre la vida de Julián Centeya es asumida como una cuestión propia. La ilustración de sus páginas me ha dejado la sensación de haber leído las memorias del mejor amigo de Amleto Vergiati.

En definitiva, no debe haber en el mundo, nadie mejor que nuestro autor rosarino para narrar la vida de uno de los hombres más geniales que ha dado la porteñería de la dorada Buenos Aires. La razón es muy sencilla. La investigación de Kaller es tan profunda y está tan bien lograda, que nos permite adivinar el sentir de Julián. El pensar de Julián. El deambular andante de Julián. El estar/ser de Julián Centeya. Con el latir de sus párrafos palpitamos cada alegría del poeta, como sus amarguras, sus broncas y trasnochadas.

Kaller ya había captado a Centeya desde el mismo momento en que lo escuchó por primera vez. Esa voz y esos versos cautivaron a nuestro amigo inmediatamente, de tal manera que ya no hubo lugar para la reversa. Lautaro estuvo llamado a desentrañar el mundo del centeyeo. Ya estaba comprendido en él, desde que oyó esas estrofas que decían: “La naesqui en un desvelo polenta empavona el chumbo del recuerdo, el cielo es de cartón. Bato que hay una Barracas formal, posible de caminar entre albas y ropes, para un coleccionista de nada, que pretenda la estima del hueco, la pared y el Riachuelo”.

Con la suspicacia del que sabe buscar lo que encuentra, como diría Sherlok Holmes - ese personaje que debió haber salido de un tango- Kaller se preocupó por indagar sobre el hombre gris de Buenos Aires. Ya conocía el qué de su ser. Precisaba descular el por, el con quién, el cómo y el cuándo de su fraternal biografiado.

Fue entonces que aparecen en la escena del libro, el Piamonte italiano, el barco y el perro, el padre anarquista, el sincericidio: “Su vida no fue más que un despelote y un poco, claro está, por culpa mía”, la vieja Buenos Aires de los años veinte, el periodismo, el tango, Huracán, los buenos libros, Dante Linyera, Pichuco, Barquina, la radio, Gori Omar y Homero Manzi. Chango y Malambo, Cátulo y el yo crecí hasta perro desde la penumbra del Cine Medrano.

Como en obras anteriores, Kaller reconstruye la retrospectiva del elegido y su circunstancia, de la mano de la constatación empírica del factum, como res gestae de la cosa sucedida, utilizando (si se me permite) un latinismo berreta. Escribir historia sin historia, ha sido la característica destacada de la proliferada (no) historia del tango. Por suerte, Lautaro está exento de caer en la repetida impericia de sus colegas y se toma el trabajo de ver que pasó para que haya sido posible un tipo como Julián Centeya y un tiempo en donde, no era impensado creer, que la vida era un tango de pies a cabeza. De principio a fin. De ayer en ayer.

No debe haber en todo el derrotero del tango, un personaje más difícil para abordar como Julián Centeya. Pero tal vez, tampoco haya habido alguno más intensamente interesante que él. Y eso que hubo muchos seres fascinantes en este vivir que la madre ha prestado.

Estas palabras me saben a herejía porque Gardel y Troilo son los dos personajes más importantes, más sobresalientes y más excelsos de esta milonga, claro. Además, en lo que respecta a mí incumbencia, los dos más queridos. Lo mismo pensaba mi gran amigo Carlitos Zinelli, el gran difusor radial, empedernido bohemio que vivía borracho de tango. Un día hablando con él, me dijo lo mismo que yo presentía: “Me hubiese encantado conocer a Gardel, a Pichuco, pero más me hubiese gustado conocer a Julián Centeya”.

Me quedé pensando, perplejo, ¿por qué dos fundamentalistas de Gardel y de Troilo, optaríamos por elegir a Julián en un mano a mano? Y un día intenté inventar una respuesta que no le pude devolver a Zinelli. Espero hoy devolvérsela a destiempo. 

Creo que en Julián Centeya está presente, en plenitud, todo el universo del tango. Es una especie de síntesis donde conviven todos los letristas. Por ejemplo, en Julián aparece la filosofía rantifusa de Discepolín, la veta libertaria de Dante A. Linyera, la cultura libresca borgeana, el lunfardismo lustroso de Celedonio Flores y el más opaco de Escáriz Méndez. La narrativa de García Jiménez, el criollismo del Viejo Pancho, el teatro costumbrista de González Castillo, el cine de Manuel Romero, la denuncia feroz de Gorrindo, el romanticismo de Le Pera, la poética de Homero Manzi y la metafísica de Cátulo Castillo.

Pero su vida también fue su trasmundo musical. En él permanece la Guardia Vieja a través de Lopecito, los años del tango romanza con Enrique Delfino, la noche porteña con Lucio Demare y Aníbal Troilo. Los cantores con Hugo Del Carril. Y Gardel. Gardel revive en Gori Omar.

Julián Centeya fue un artista extraordinario, en el más estricto sentido del vocablo. Contradictorio como pocos y a su vez, como todos, complejo como el correr de sus días, iracundo y contra-jugado, inventor de sí mismo, cupido con flecha de tinta, amante idealizado de Rita Cansino, hollywoodense a la bartola, charlista capaz de emocionar hasta el hueso por la divina casta de su articulado vocabulario, sabía causar efecto en las almas gemelas que se buscaban afanosas para platicar entre sí, al decir de Scalabrini Ortiz. Al fin de cuentas, todo es cuestión de parole. Eso lo tenía muy en claro Centeya.

Todo esto aparece en el estudio de Kaller. Y lo que digo es apenas una muestra, puesto que el colorido de la evocación que nos ofrece el libro está plagado de aciertos, entremezclados lógica y cronológicamente, con bellos apuntes de Julián, versos sublimes y letras de tangos inolvidables.  Su lectura no sólo es recomendada para los tangueros, sino que debería ser exigible para quienes se precien de tales. Texto obligatorio para la escuela del dos por cuatro.

Lautaro Kaller vuelve a demostrar que es por lejos, el número uno de los comentaristas de tango. El más laborioso investigador del género, cuyo ejemplo de fecundidad, todos (me incluyo) deberíamos imitar. Lo secundan además dos blasones que escasean en el ambiente: un estilo prosístico franco, claro y contundente y una valentía (por no decir bizarra, palabra muy mal resignificada por las generaciones actuales) centeyeana para darnos a la luz, la extravagante vida tanguera de un hombre pintado de gris.

Este libro a mí me ha gustado mucho, pero creo que más le hubiese conmovido a Zinelli. Así que me atrevo a desafiar a los avatares del destino y te presto, querido Carlos, este hermoso libro de Kaller, porque como diría Julián Centeya: “no me lo achicaron la distancia ni el tiempo”.    

“Vení, vamos”.

 

Actualizado ( Domingo, 21 de Agosto de 2022 03:37 )