ROBERTO GOYENECHE

Domingo, 28 de Junio de 2015 21:37 Pablo
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ROBERTO GOYENECHE

(EL POLACO Y SU AMOR POR EL TANGO)

Primera parte de su historia tanguera

Por Pablo Taboada 

GOYENECHE, ROBERTO

(EL POLACO)

Cantor, compositor, gardeliano y tanguero absoluto

BUENOS AIRES, 29 de enero de 1926-BUENOS AIRES, 27 de agosto de 1994 

1.    INTRODUCCIÓN 

Uno de los personajes más entrañables, queridos y reconocidos por todo el medio del tango ha sido sin duda alguna, el Polaco Roberto Goyeneche. Méritos para ellos tuvo muchos y variados. Ante todo artísticos. Goyeneche fue en su primera etapa un cantor de novela: estilo gardeliano, potencia registral y mucho sentimiento. Con el tiempo, cuando sus dotes vocales mermaron por el insobornable paso del tiempo, logró cautivar al público con otros canales del arte que supo reconstruir a través del decir, interpretando tangueramente, las musas de los grandes clásicos del género. Siempre siguió emocionando.  

Pero también hay otros dos innegables méritos que hicieron sobresalir al Polaco para convertirlo en uno de los emblemas más significativos de Buenos Aires. Goyeneche fue un porteño hecho y derecho como los de antes. Como los que lamentablemente ya casi no quedan. El Polaco fue un ser humano extraordinario. No se conoce gente que haya hablado mal del cantor. Dueño de una sensibilidad que abarcaba todo lo amigablemente porteño, su sentir fue una vida plena de tango. Y tal vez, ese tanguero sentir de Goyeneche, ese modo de ver y llevar la vida, fue su mejor elección. Es difícil encontrar entre los cantores, alguno más apasionadamente tanguero que el Polaco. A Goyeneche le gustaba el tango como a pocos. Para él, en la vida, todo era y razón le sobraba, tango puro. A Goyeneche era el tango, lo que más le gustaba en la vida. “Cantaba tangos desde el vientre de mi madre”, solía decir. Y Platense, el club de fútbol de sus amores.   

Y ese cariño inacabable por nuestra música, se notaba en cada interpretación suya, como en cualquier comentario que deslizara ante reportajes o ruedas de amigos. El Polaco, -de una fama envidiable por muchos-, que luchó por el tango en los momentos más difíciles de la cultura popular y logró imponerse con éxito, siempre tuvo las mejores palabras para todos los propulsores de la historia de nuestra música. Bastaba escucharlo hablar de Troilo, de Julián Centeya, de Cátulo Castillo o de Carlos Gardel, su ídolo máximo, para comprender lo que el tango significaba para el Polaco. Acuñó una sabia frase que tiene el poder de sintetizar todo su pensamiento: “Al que no le gusta Gardel, peor para él”.  

2.    GOYENECHE Y EL BARRIO DE SAAVEDRA. SUS PASIONES.  

Roberto Goyeneche nació en el barrio de Saavedra, un verano de 1926. En aquellos años, Buenos Aires era la capital del tango. Nuestra música estaba de moda en todo el mundo y en la calle Corrientes, grandes luminarias en teatros, cabarets, cafetines, cines, salones bailables y locales varios tenían desde el Bajo hasta la Chacarita, palcos para orquestas, cantores y cancionistas de tango. Pero no solamente por la Corrientes angosta, sino que por todas las calles aledañas, y en todos los barrios los boliches se abrían para tocar tangos: desde bares, pizzerías y restaurantes, hasta negocios comerciales, zapaterías, sastrerías y peluquerías.  

1926 era el año en el que se afianzaba el sistema de grabación de discos eléctricos en el país con las voces de Gardel, Corsini y Magaldi en la dicha del firmamento tanguero, como Azucena Maizani, entre las mujeres y Francisco Canaro, Lomuto, Firpo, Pacho, Fresedo, Pedro Maffia, Francisco Pracánico, Anselmo Aieta, Ernesto De La Cruz, José Servidio y otros entre las grandes agrupaciones orquestales.  

En medio de ese clima nació Roberto Goyeneche,  en un barrio, prototipo del tango y el fútbol, como lo era Saavedra. De allí su amor también por el Club Atlético Platense.

Goyeneche solía presentarse (y existe un disco de larga duración grabado junto a Cadícamo donde aún lo confirmaban ambos), como hijo y/o sobrino del viejo Roberto Goyeneche, pianista de la guardia vieja, compositor del tango “Pompas”, que fue el primer gran éxito de Cadícamo como letrista. Por lo que sabemos certeramente, el pianista Roberto Emilio Goyeneche, murió el 22 de abril de 1925, razón que hace pensar que prácticamente tuvo que haber engendrado a su hijo, casi en los últimos momentos de su vida. Tampoco nada hace presumir que fuera su tío, salvo la propia mitología tanguera creada por los mismos Cadícamo y Goyeneche. Su madre, se llamaba María Elena Costa.  

Goyeneche se crió en Avenida del Tejar 3050, casi Superi, lugar donde nació y de chico, admiró profundamente a Carlos Gardel. Canturreaba entre amigos en fiestas colegiales y casonas del viejo barrio hogareño.  De adolescente empezó a frecuentar algunos cafetines, donde lucía sus armas de cantor con repertorio y estilo notoriamente gardeliano.

Para ayudar las labores de la familia, trabajó como mecánico y también como colectivero de diversas líneas de ómnibus. Inclusive, cuando empezó a alternar semi-profesionalmente en el tango, siguió ligado a su trabajo de chofer. También manejó un taxi, que le regaló su tío Horacio Goyeneche.  A partir de sus éxitos con Horacio Salgán, dejó el volante y se afianzó definitivamente como cantor profesional.  

3.    RAÚL KAPLÚN Y HORACIO SALGÁN. ENCUENTRO CON TROILO 

En 1944, el juvenil Goyeneche ganó el concurso de voces organizado por el Club Federal Argentino de la calle Conde, cuyo premio constituía trabajar durante un tiempo con la orquesta de Raúl Kaplún (el gran violinista que se acababa de separar de Lucio Demare para organizar su propio conjunto), en bailes y radios.  

El trabajo con Kaplún, originalmente temporal, se convirtió en una alternativa laboral al manejo de las líneas de autobuses de colectivo. Trabajaba por las tardes como chofer y por las noches, alternaba esporádicamente con la orquesta de Kaplún. En este trajinar estuvo seis años, hasta 1950 aproximadamente. También cantaba en cafetines y cabaret en compañía de guitarras. Alguna vez le contó Kaplún al locutor Antonio Carrizo: “Cuando lo escuché cantar por primera vez, me estremecí”.   

De aquel lustro de fines de los cuarenta, se recuerda un primer asomo del éxito del Polaco, con la composición de su tango “Celedonio”, con letra del presentador Roberto Cassinelli, amigo de Goyeneche. El tango dedicado al poeta Esteban Flores, fue un éxito de cafetín para el cantor y por suerte, se conserva una prueba inédita en acetato con acompañamiento de guitarras que data de 1948 y en donde relucen todas las dotes inmejorables del cantor gardeliano. Ese registro es parámetro de cómo cantaba nuestro biografiado en la década de oro del tango. Ese Goyeneche era el que ganó el concurso y cantaba con Kaplún. 

Cantando circunstancialmente con Kaplún o guitarras en alguna emisora o confitería, volvió a tener una gran posibilidad cuando en 1952, hizo una prueba con la orquesta del maestro Horacio Salgán (antes había hecho una prueba con Roberto Caló), con el tango “Alma de loca”. Ni bien empezó a cantar las estrofas que dicen: “Milonguera bullanguera que la vas de alma de loca, la que con tu risa alegre vibrar hace el cabaret” el maestro Salgán, que estaba del otro lado de la sala de transmisión escuchando por un receptor, hizo parar el ensayo. Goyeneche, siempre recordaba que aquella inmediata frenada, era el fracaso ante el examen, pero estaba equivocado. Por el contrario, ni bien Salgán escuchó cantar los primeros fraseos del Polaco, dejó de buscar cantor porque ya había encontrado el reemplazo de Horacio Deval. Quién lo acercó a la prueba en Radio El Mundo, fue Otero, representante de Salgán que lo había escuchado cantar en Saavedra. La prueba la hizo con Héctor Artola al piano.  

A partir de entonces, Roberto Goyeneche hizo dupla con el cantor Ángel “Paya” Díaz, de quien se hiciera eterno amigo. Aparentemente fue el Paya, quién lo bautizó en el medio tanguero como el Polaco.  

De su etapa con Salgán, se recuerdan algunas joyas discográficas en el sello RCA VICTOR como “Alma de loca” y “Siga el corso”, ambos tangos del repertorio de Gardel, el vals “Un momento” y “Yo soy el mismo”. Luego pasaron a grabar para discos TK, donde llegaron “Pan” de Pereyra y Flores y otros temas, entre ellos dos dúos con el Paya Díaz.  

Cantó con Salgán hasta principios de 1956, ocasión en la que la popularidad de Goyeneche en alza ilimitada, alcanzó el máximo estrellato, puesto que Aníbal “Pichuco” Troilo lo pidió como cantor. Se conocieron en un homenaje a Osmar Maderna, donde el bandoneonista le pidió una prueba. Poco después, la hicieron y Vitale, el representante de Troilo le tomó los datos. A los seis meses, Troilo lo llamó y lo convocó para su orquesta.  Salgán, ante la propuesta inmejorable que le hicieron al Polaco, no impidió la partida y amigablemente se desvinculó del pianista para revestir ahora en la orquesta de Troilo y compartir los cantables con Ángel Cárdenas.     

Una nueva historia nacía para Goyeneche y también para el tango. Eso lo veremos la próxima entrada.

Actualizado ( Domingo, 28 de Junio de 2015 21:49 )