MANUEL PIZARRO
LA EPOPEYA DEL TANGO EN EL MUNDO
Parte Primera
Por Pablo Taboada
PIZARRO, MANUEL (Buenos Aires,-Billinghurst 877-, 23 de noviembre de 1895- Niza, Francia, 10 de noviembre de 1982)
Bandoneonista, compositor, director, cantor ad hoc, empresario artístico, propulsor de la difusión del tango en el extranjero.
1. PRELIMINARES
La gesta de la historia del tango en París, y desde la Ciudad Luz, a la restante plenitud de la constelación de la cultura musical mundial, tiene como uno de sus principales propulsores al apellido Pizarro. Familia de músicos de estirpe tanguera, hechos a medida por obra y gracia de Manuel, el evocado en estas líneas. Y debe resaltarse el nombre de Manuel, porque fue el impulso y la pasión que éste tuvo por la música porteña, lo que motivó a sus hermanos Salvador, Domingo, Alfredo y Juan José, a seguir los pasos de su fraternal guía.
El barrio que acunó a los Pizarro, tiene estrella propia en el firmamento del tango: el Abasto. Gardel y Troilo, justifican la mención, pero también Manuel Pizarro, as de los ases de los aventureros que llevaron a nuestra música en alas de un sueño que supo conquistar y recorrer medio mundo. El barrio del Abasto y su crisol de razas en torno al mercado legendario, producto de la propia inmigración entremezclada con el criollismo que daría lugar a la música porteña, fue un centro clave de gravitación para la formación de la identidad musical de la ciudad.
En la calle Billinsgurth 877, vivían los Pizarro, cuyo padre de familia Don Alfonso, pretendía que sus hijos se dedicaran al trabajo. A pesar de su nombre y apellido claramente español, Don Alfonso era italiano, y predispuesto para la buena música. Pero el estudio del piano, era solamente para sus hijas. Manuel y los demás muchachos deberían trabajar para ayudar el desarrollo de la economía familiar. Manuel conoció los límites del Abasto, sus fondas y cafetines. Conoció a Gardel, cuando ambos eran adolescentes, en un bar de la calle Billinghurst, a una cuadra de su casa, donde el “francesito” cantaba canciones criollas y canzonetas. También conoció el O’Rondemman de los hermanos Traverso. Por ello, es sumamente interesante rescatar los testimonios de Manuel Pizarro respecto al nacimiento e infancia del gran cantor.
Su encuentro con el bandoneón y su amor por el tango, se debieron a un acontecimiento fortuito. Gracias a ello, el tango ganó para sus filas, un gladiador de lujo.
2. LA PELUQUERIA DE LEONARDO. JUAN MAGLIO PACHO Y HERNANI MACCHI. CON GARDEL EN EL BOLICHE DE LOS TRAVERSO
Manuel Pizarro trabajaba en un taller mecánico de Sarmiento y Laprida, en el Abasto. A la salida, solía recorrer el ambiente de los cafetines de la zona, donde como se expresó, conoció y oyó cantar a Gardel y a algunos payadores de fama. También frecuentaba la peluquería de su amigo y vecino Leonardo, donde concurría para afeitarse a la navaja, tal cual estilaba la moda de entonces.
La fama del tango llegando al año 1910, era tan poderosa que hasta sonaba en las peluquerías. Era común encontrar en estos salones, un gramófono con discos de tango para matizar la espera de los clientes hasta el momento del servicio ofrecido, pero la peluquería de Leonardo, contaba con un cliente especial que directamente llevaba su bandoneón y lo hacía sonar en el local. Me refiero nada menos que a Juan Maglio Pacho.
Una tarde, Manuel Pizarro pasó por el negocio de Billinghurts 875 y oyó música. Ingresó como de costumbre y quedó anonadado al ver la presencia de Pacho y su bandoneón[1]. Quedó tan apasionado con el instrumento, que le pidió a Pacho lecciones. El gran músico, a esa altura, dueño del tango, le dijo que no tendría problemas para enseñarle, pero que debía adquirir un bandoneón para poder practicar. Pizarro no reunía el dinero suficiente para comprar el fueye, pero por ayuda de los ahorros de su abuela y a escondidas de su padre, -que no quería que su hijo se metiera en el camino de la noche-, logró adquirir el instrumento y dominarlo al poco tiempo, gracias a las clases dadas por Pacho en la peluquería y a sus constantes horas de estudio y práctica en una piecita en el fondo de su casa, cuando su padre no estaba presente.
Poco después de aprender a manejar los teclados del bandoneón, reforzó sus estudios de teoría musical con Carlos Hernani Macchi, el gran flautista de Pacho, que también era profesor de piano, teoría y solfeo.
Pizarro empezó tocando en público en la propia peluquería de Leonardo y ganaba unas monedas con las propinas de los clientes. En más de una ocasión, conoció a hombres del tango, que llegaban hasta ese local para entrevistarse con Maglio, como lo eran sus colegas Berto, Vicente Greco o Francisco Canaro. Ubiquemos estos hechos alrededor de 1909/1910.
También tocó algunas veces en el local de los Traverso, y en varias oportunidades acompañó con su bandoneón al juvenil Gardés, en cantos camperos, pero manifestó que no podía seguirlo con comodidad, dada la personalísima manera de frasear del futuro astro internacional.
Pizarro ganó fama como bandoneonista en el barrio del Abasto, para animar a diez pesos, casamientos, bautismos y fiestas de cumpleaños. Siguió trabajando en el taller y sábados y domingos hacía bailes de patio a dúo de bandoneón y guitarra con su hermano Domingo. Pero llegó un momento en el que los pedidos para bailes eran tan frecuentes, que dejó el taller y se dedicó de lleno a la música. (Aproximadamente 1910/1911).
3. PIZARRO EN LA ORQUESTA DE PACHO Y OTRAS AGRUPACIONES.
Una tarde, Pacho fue hasta la peluquería de Leonardo y pidió por Pizarro. Manuel al enterarse, corrió al teléfono y ubicó a su maestro. Maglio lo precisaba como segundo bandoneón para un baile en el centro, ya que el bandoneonista ladero, estaba enfermo. A partir de entonces, Pizarro hacía reemplazos en la orquesta de Maglio. En contadas oportunidades, tuvo que reemplazar al propio director, debido a etapas de extrema bohemia. De tal suerte, Pizarro llegaba al Café Gariboto de San Luis y Pueyrredón (antes de 1902, se llamaba Centro América) y si Pacho llegaba tarde o no aparecía por el bar, Pizarro lo reemplazaba.
Cuando todo marchaba bien, hacían dúo de bandoneones. Seguían al lado de Pacho, José Bonano al violín corneta y Hernani Macchi en flauta. También estaba Leopoldo Thompson, como guitarrista, contrabajista y hasta pianista, alternando los instrumentos, según las ocasiones y el repertorio ensayado. Aparentemente, según testimonios de Pizarro, de buena memoria por lo general, Thompson tocaba el piano, porque en el Gariboto había un teclado. Estas actuaciones se produjeron alrededor de 1913. Trabajó seis meses con Pacho, y alternó como refuerzo en otros conjuntos, como el de Vicente Greco, a quien también había conocido en la peluquería de Leonardo.
Para 1914, el medio lo reconoció en su labor de compositor, al publicar su primer tango intitulado: “Batacazo”, que con los años, fuera su gran éxito discográfico en Europa.
Otro de los hombres que había conocido en la peluquería había sido, Pirincho Canaro y con éste al violín y un señor Ortiz en guitarra, hicieron un trío en 1915. Para 1916, formó un conjunto con Nelson Paulos (hermano de Peregrino) al piano, y Ernesto Ponzio y Tito Rocatagliatta en violines. Pizarro, de vida tranquila no comulgaba con los “excesos de bohemia” de sus compañeros violinistas y el cuarteto se disolvió.
Poco después, fue contratado para secundar al dúo Ángel Greco-Ignacio Riverol y para ello, armó un conjunto con Tito Rocatagliatta y Esteban Rovati en violines y Juan Carlos Rodríguez (el compositor de “Queja indiana”, posterior pianista de Berto), al piano. Viajaron en gira todos juntos, a Huinca Renancó en La Pampa.
4. PIZARRO EN MARTIN GARCIA. EDUARDO AROLAS. CUARTETO PROPIO. GIRA A CÓRDOBA. CAFÉ EL PARQUE. BAR MAIPÚ. IDEA DE VIAJAR A FRANCIA. FRANCISCO CANARO ARREGLA EL CONTRATO. EL TANGO HACIA MARSELLA.
Pizarro no pudo escapar del servicio militar y marchó con esa finalidad a la base naval en la Isla Martín García (donde Azucena Maizani pasara parte de su infancia).
Pero su condición de bandoneonista, le permitió relajarse de las tareas marinas, para tocar en el Casino de Oficiales y con los permisos correspondientes, en los festivales del Teatro Urquiza, que se encontraba en la isla. Luego, tuvo la licencia para volver a tierra continental, y lo trasladan al Depósito de Marina, donde desde las 19.00 horas quedaba libre. Por eso, por las noches, volvía a los cafetines y bailes de tango que lo contrataban.
Fue así como tocó con Ernesto Zambonini en el Café “La Morocha”, y llegó en 1917, nada menos que la posibilidad de tocar junto a Eduardo Arolas. El Tigre del bandoneón lo pidió como segundo fueyero, mientras completaban el conjunto Pascual Cardarópoli al piano (famoso compositor del tango “La sonámbula”), Rafael Tuegols y Julio De Caro en violines y el alemán Fritz en violoncello. Actuaron en los cabarets “Tabarin” y “Maxim’s.
En 1918, Pizarro fue llamado para animar los bailes veraniegos en Córdoba, y para ello organizó un cuarteto junto a Humberto Canaro al piano, Esteban Rovati y Pizela (del Abasto) en violines. En la capital cordobesa, se le sumó un segundo bandoneonista muy joven y talentoso, cuyo nombre era: Ciriaco Ortiz.
A su retorno a Buenos Aires, se presentó con su pequeño conjunto en el famoso Café “El Parque” de Lavalle y Talcahuano, donde tocó dos años, hasta su viaje a Francia. Sobre el piso superior del café, existía un cabaret de estilo francés llamado “Liceé” (Liceo), donde se lucía una orquesta con músicos franceses. Ellos le demostraban a Pizarro como se ejecutaban los tangos en París, y Pizarro había avizorado que todavía seguían con el estilo previo a la guerra de 1914. Desde esos días, germinó en su idea, la posibilidad de enseñarle a los franceses a tocar los tangos al estilo porteño, pero no tenía los medios como para poder sustentarse una gira por Francia.
Pizarro siguió en “El Parque” y alternó actuaciones en el Bar Maipú, cuando una noche de inverno del año 1919, se cruzó por Corrientes y Cerrito con Francisco Canaro, quien actuaba por un local cercano. Pirincho le comentó que la agencia Lombart, le acababa de ofrecer un contrato para llevar una orquesta de tangos a Francia, pero que no estaba muy convencido de partir hacia Europa, porque Francia no era ir hasta Montevideo, como parece dijo Canaro. Sin embargo, deseaba poder enviar una delegación para desembarcar con los tangos en las playas de Francia. Al dar con Pizarro, quien venía pensando que sería una gran tarea la de llevar y enseñar nuestro tango a los franceses, se produjo una conjunción que sería altamente favorable para la difusión del tango del otro lado del Océano Atlántico. Pizarro aceptó la propuesta y Canaro arregló los contratos y el viaje, previo acuerdo de algunos músicos para armar el conjunto.
El segundo en aceptar la propuesta de emprender la excursión a Francia, fue el famoso tano Genaro Espósito. Cabe manifestar que Genaro era uno de los más populares músicos de la noche porteña en esos años, pero la atracción de Europa lo sedujo enormemente. La meta era París, aunque por el momento, el primer paso lo debían dar en Marsella. No les resultó fácil ni a Canaro, ni a Pizarro ni al Tano Genaro, encontrar un violinista que aceptara la propuesta. Uno de los músicos franceses que alternaban con Pizarro en el Liceé y el Maipú, llamado Victor Jachia, aceptó la propuesta, porque su intención versaba sobre la posibilidad de dar la vuelta a su país natal, puesto que había salido antes de la guerra en gira, y nunca había podido retornar. Los empresarios aceptaron al trío, con la idea de reforzar de músicos franceses –como gremialmente solía suceder- a los restantes integrantes de la futura agrupación tanguistica.
PERIPLO DEL VIAJE A MARSELLA. EL TANGO EN DAKAR. MUERTE INESPERADA DEL VIOLINISTA FRANCÉS VICTOR JACHIA.
Hacia fines de 1919, se concretó el viaje en el buque “Garona”. Los franceses conocían el tango, como mínimo desde 1907[2], cuando Alfredo Gobbi, su señora esposa Flora Hortensia Rodríguez, Ángel Gregorio Villoldo y algunos bailarines como Casimiro Aín, llevaron discos, partituras, música y exhibiciones coreográficas a París. La Banda de la Guardia Republicana tocó los tangos de la guardia vieja y los galos comenzaban a familiarizarse con el baile, cuando la guerra de 1914 cortó la primera fiebre del tango argentino. Pizarro estaba convencido de que debía retomarse esa ruta, pero con las nuevas modalidades musicales y bailables que el tango y sus músicos habían incorporado en su haber.
Los tres músicos se embarcaron para Marsella. Pasaron por Montevideo, donde en la escala, se saludaron con los colegas tangueros de la vecina orilla. Luego de unos días, dejaron atrás Río de Janeiro. Cruzaron el Atlántico hasta las costas africanas e hicieron una noche, escala en Dakar, en el Senegal colonial francés. Aquí se produjo la primera advertencia sobre el éxito del tango. Pizarro y Genaro Espósito, bajaron en lancha a tierra en compañía de sus fueyes. Se refugiaron en una cantina del puerto y tocaron su música durante toda la noche, en una plaza pública al aire libre, ante el asombro de marinos de todas partes y nativos que no entendían de tango, pero que quedaron azorados por las raras melodías que sonaban en el instrumento extraño. Estuvieron cerca de cinco días en Dakar, producto de un paro marítimo que se destrabó luego. En el interín, varados en tierra, (el violinista francés había quedado en el barco), entretenían a los demás y pasaron los días de ocio, ejecutando tangos y valses en cantinas cercanas al puerto, parques y glorietas. Cuando la huelga de los marinos se levantó, levaron anclas y siguieron viaje rumbo a Francia. Habrá sido esta, la primera campaña del tango en tierra africana.
Pero pasó algo inesperado. El violinista francés Jachia, enfermó en el barco de golpe. El médico de abordo, no le pronosticó buena suerte. En la próxima nota, se verá como llegaron al fin a Marsella, luego de treinta y cinco días de viaje, para debutar en una prestigiosa sala a sazón de 50 francos diarios para cada músico. Pero al poco tiempo de estar haciendo las primeras armas musicales en Marsella, el francés Jachia murió, quedando los dos argentinos, sin traductor ni delegado ante los franceses. Una etapa incierta empezaría para Pizarro, pero el tango supo sortear todos los obstáculos para lograr triunfar ampliamente.
[1] Pizarro recordaba que tenia 14 años cuando se dio el encuentro con Pacho. Si esa fecha es exacta, sería 1909.
Es altamente factible, que lo conocieran desde un lustro antes, cuando algunas partituras llegaron a Francia de buques procedentes del Rio de la Plata, aunque la gran campaña de 1907 fue notoria para sembrar la semilla por la música argentina, que París, adoptó como propia.