IMÁGENES DEL PERONISMO
LAS AGUAS BAJAN TURBIAS (1952)
DE HUGO DEL CARRIL
CONCLUSIONES FINALES
Por Juan Carlos Balerdi
5.- De Moreyra a Santos
Una última observación.
Como ya se ha adelantado en otra parte de este artículo, entre la novela y su adaptación cinematográfica existe otra notable diferencia: el personaje principal cambia su nombre, y, de llamarse Ramón Moreyra, pasa a llamarse Santos Peralta.
Sospecho que este cambio no es inocente, sobre todo si se tiene en cuenta que el apellido Moreyra echa raíces muy fuertes en la tradición popular y, por ello, permite a Varela la presentación de un personaje rápidamente identificable con el héroe del folletín creado por Eduardo Gutiérrez. Si en Ramón el encuentro con Frutos genera un quiebre cultural llamado “conciencia de clase”, el apellido “Moreyra” lo inserta en una tradición, en una continuidad, llamada “rebeldía”. Ese Ramón que adquiere conciencia de clase es el mismo que, en el delirio de su huida, recuerda aquella pulpería en la que su padre se enfrentara a cuchillo con la policía, para luego huir junto con él y dejarle un consejo para toda la vida: “...’amigo, nu`ai que achicarse nunca, ¿sabe m`hijo?; haiga lo que haiga, usté tiene que ser hombre, como su padre’ “.[1]
Define también a un personaje que llega a Posadas luego de haber matado a un paisano que había querido hacerle trampa en una partida de taba en Ituzaingó.[2] En efecto, Ramón es presentado en la novela de Varela como último eslabón de una tradición de Moreyras, gauchos rebeldes que se resisten a la autoridad del estado y, si es necesario, se animan a enfrentarla cuerpo a cuerpo.[3]
El nombre “Santos” también explica muchas cosas. Para empezar, que nada de lo que le pasa a Ramón Moreyra, le suceda a Santos Peralta. Por el contrario, cual santo evangélico, Santos aparece, sin historia, en el patio del bodegón donde el Turco recluta a quienes irán a trabajar en los yerbatales.[4] Y, también cual santo evangélico, al desposar simbólicamente a Amelia y redimir a sus compañeros exigiendo el entierro de Báez, da muestras de acatamiento a una ley natural que los patrones violan permanentemente.
Por último, es el responsable de transmitir la escritura a sus compañeros, al leerles la carta del hermano de Lorenzo que los pone en conocimiento de la buena noticia de la salvífica organización sindical (modelo peronista) que funciona en el sur de Misiones. En síntesis, el cambio de nombre permite recorrer un camino que va de la rebeldía de un Moreyra (animal y contra los hombres, al principio; en nombre de la conciencia de clase en proceso de adquisición y contra el sistema, al final) a la mansedumbre de un santo que no cuestiona el sistema pero, por acatar la ley natural, termina embarcado en un conflicto que lo excede, obligándolo a enfrentar, ocasionalmente, a patrones que la violan.[5]
Sin embargo, Santos Peralta no es sólo un santo: es también un Santos. Y ese nombre inscribe al personaje creado por Hugo del Carril en otra tradición popular: la de Santos Vega, payador invencible, al que únicamente el Diablo puede derrotar. Esta tradición iniciada por Santos Vega es exactamente inversa a la iniciada por Moreyra. Santos Vega es gaucho cantor y, salvo en la versión de Gutiérrez, tanto en la de Ascasubi como en la de Obligado carece de la rebeldía que caracteriza al gaucho Moreyra. Del Santos Vega histórico se ignora todo, Santos Vega no tiene pasado, Santos Vega no lucha contra la autoridad,[6] Santos Vega sólo canta. Y como era de esperar, Santos Peralta, ese mensú personificado por Hugo del Carril, que no se ubica en la tradición de Moreyra sino en la de Santos Vega, también canta: lo hace dos veces y. para no traicionarse, en su canto no hay connotación política.[7]
A diferencia de Moreyra, la ocasional lucha de Santos Peralta no tiene sentido político ni económico. Como Santos Vega en su lucha contra el Diablo, se trata del combate entre el Bien y el Mal, entre quienes acatan la ley natural y quienes no lo hacen. Por eso, una vez derrotados estos últimos, Santos ya no tiene nada que hacer y se retira del mundo para formar su propia familia.
Bibliografía
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-Varela, Alfredo, El río oscuro, Buenos Aires, Capital Intelectual, 2008
[1] Cf. Varela, Alfredo, El río oscuro, Buenos Aires, Capital Intelectual, 2008, p. 17
[3] Bernini ha observado que, si bien Varela utiliza el nombre Moreyra para insertarse en la tradición del criollismo literario, se empeña en desmarcarse de esa tradición, al quitar a su gaucho el elemento de bondad natural propio de la misma, para realizar una lectura política. Cf. .Bernini, Emilio, “El lento final del criollismo. Dos usos de la literatura en el cine durante el primer peronismo”, en Guillermo Korn (comp.), El peronismo clásico (1945-1955). Descamisados, gorilas y contreras, tomo 4 de David Viñas (dir.), Historia social de la literatura argentina, Paradiso, Buenos Aires, 2007, p. 272. No me interesa demasiado, a los fines de este artículo, dicha interpretación; sí, en cambio, la inicial inserción del personaje en el marco de la tradición del criollismo literario, pues es lo que autoriza a encontrar en Ramón Moreyra, desde el principio, el prototipo del gaucho dispuesto a enfrentarse con la ley.