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BRUNO CESPI

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DON BRUNO CESPI

MAESTRO DE COLECCIONISTAS

Por Pablo Taboada 

CESPI, BRUNO

(Bs.As. 1925- Bs.As.-2011)

Coleccionista, difusor del tango, formador de coleccionistas, promotor de figuras, fuente de investigación, máximo especialista en guardia vieja y gardeliano absoluto. 

 1. UNA TRISTE NOTICIA

Hace pocos días, el 21 de julio de 2011, nuestro colaborador y amigo Ricardo Stockdale me comunicó la mala noticia acerca de la desaparición física de nuestro gran maestro Bruno Cespi. Esta página hace público su pesar ante tan triste nota y le estrecha un profundo saludo a los sobrinos de Don Bruno que tanto han hecho por él en estos momentos poco gratos. Todos aquellos que hemos tenido la suerte de compartir con Bruno parte de su tiempo e historias, nos sentimos trágicamente conmovidos, pero a su vez, gratificados, por haber tenido el inmenso honor y privilegio que nos regaló la vida, de poder conocer a este gigante del tango.

Se hace difícil escribir en este momento, pero el mundo del tango merece saber un poco más acerca de la gran campaña que este enorme difusor de nuestra cultura popular ha desempeñado a lo largo de más de medio siglo de esfuerzos. Las dos últimas veces que hablé telefónicamente con Bruno, hace aproximadamente poco menos de un año, habíamos quedado en encontrarnos para realizar un reportaje para la página, tal cual lo habíamos hecho con su gran amigo y compañero de hazañas, Héctor Lorenzo Lucci. Lamentablemente, la salud de Don Bruno se deterioró en estos últimos meses y el reportaje no llegó. Sin embargo, esto no resulta óbice para dedicar un tributo con este artículo bien merecido.  

2. LOS INICIOS DE BRUNO CESPI

Bruno manifestaba que cuando tenía más o menos quince años (1940), las rutas del destino le abrieron las puertas de un viaje sin retorno: el del coleccionismo. Pasaba que compró para un familiar, algunos discos de Gardel, al que conocía desde su niñez por las audiciones radiales y las películas. Cuando escuchó con atención esos primeros discos, no pudo más que someterse al embrujo gardeliano de querer poseer todas las grabaciones del cantor. A partir de entonces, la vida de Bruno, tomó ese rumbo, por el cual, todos los coleccionistas de Gardel atravesamos por obligación: el de supeditar todas nuestras fuerzas en pos de la figura del ídolo.

En aquellos años, el material abundaba, como también los grandes protagonistas del género a los que Bruno fue conociendo paulatinamente. Cespi tuvo la posibilidad de convivir todavía con la gran época del tango (los años cuarenta y cincuenta), y entre las orquestas típicas que frecuentó en sus tiempos de bailarín (podemos decir que todas), fue fomentando su colección de Gardel y de la guardia vieja. Como otros amigos de Bruno querían tener las últimas novedades de Di Sarli, D’Arienzo, Troilo, Pugliese o D’Agostino-Vargas, Bruno, sabedor del valor de todos los discos anteriores a 1940, apelaba al canje de material para nutrirse de las viejas placas de Pacho, Arolas, Canaro, Berto, Greco y otros conjuntos fundamentalmente del período de grabación acústico. Bruno, con olfato de coleccionista sabía que todos los discos del cuarenta, los podía volver a conseguir (de hecho casi siempre tuvo una colección casi completa de todas las grandes agrupaciones a las que utilizaba como canje para conseguir otras antigüedades) y de tal suerte, reunió un material discográfico de lo que los otros desechaban. Bruno no se equivocó. Con los años, los LP reeditaron a casi todas las versiones clásicas del cuarenta, pero no las anteriores. De esta manera, su postura al respecto, había salvado del olvido a miles de discos antiguos.      

3. BRUNO CESPI Y LA GUARDIA VIEJA. LOPECITO.

A mediados de los años cuarenta, Bruno Cespi era ya un coleccionista de discos de la guardia vieja (1900-1920) y también comenzaba a sumar a su discoteca placas de la época de la guardia nueva (1920-1935). En aquellos años, no había demasiados coleccionistas ni tampoco trabajaban en empresas comunes. La explicación era sencilla: el tango estaba en pleno proceso de evolución y nadie pensaba en el pasado. El tango, todavía estaba escribiendo su historia. Pero Bruno, como otros pocos: Raúl Lafuente, Juan Ayala o Héctor Ernié, (quienes se fueron conociendo con los años: Lafuente y Ayala en 1945; estos con Cespi y Ernié, en los años cincuenta), atesoraban placas, libros, fotografías y partituras, como así también diarios y revistas, relacionadas con los hombres del tango de antes; de aquel que nos hablaba Borges en sus cuentos porteños.

Un encuentro de Bruno con el difusor y recitador criollo Lopecito, posibilitó que incrementara su archivo con la colección del propio locutor. Lopecito, (Juan Francisco López), criado en un ambiente de cafetín frecuentado por payadores y músicos de la guardia vieja, ya que su padre era propietario de un bar en la Avenida Paseo Colón al 500, fue uno de los primeros coleccionistas y difusores del tango. Desde 1937, irradiaba la audición “De Villoldo a Gardel” por los micrófonos de Radio Argentina. Aquella era la única audición donde se podían escuchar viejos discos acústicos. Es más, todos los grandes maestros del tango, seguían con fervor los programas emitidos por Lopecito. El archivo de éste era excelente: además de todo el repertorio de discos Víctor, Odeón, Columbia, Atlanta y Era, fotos dedicadas de los artistas, cartas y objetos que le regalaban al locutor, pasaron a manos de Bruno. Además, este encuentro posibilitó que los payadores y las partituras de tangos desconocidos llegaran a manos de Cespi. Acervo que de otra manera hubiese sido irrecuperable, fue conservado por nuestro noble amigo.

Con los años, el encuentro de Cespi con otros familiares de músicos célebres como los sobrinos de Arolas, Roque Biafore o el Tano Génaro, la hija de Canaro, el nieto de Pacho y otros parientes más, nutrieron a Bruno de un repertorio inmejorable de discos, fotos y partituras de la guardia vieja.  

4. BRUNO Y LOS TESOROS GARDELIANOS

Dentro del coleccionismo tanguero, existe un submundo más profundo y complejo: el del coleccionismo gardeliano. Bruno se inició en ese mundo paralelamente al camino que trazaba con su fervor por la guardia vieja. En los años cuarenta, conoció a dos personas muy ligadas a las piezas gardelianas: Pascual Sanfino y Enrique Ruiz Daudet. En otro momento, hablaré de ellos, en la medida en que han sido parte de la historia del coleccionismo y no de la menor laya. Los presentaré de alguna manera como un “anticuario gardeliano” a Sanfino y como un coleccionista y difusor gardeliano a Daudet, aunque quizás no sean estas las mejores nomenclaturas para ambos.

La cuestión es que Bruno empezó a tener contacto con ellos y de esa manera fue aumentando su caudal de material gardeliano. Las historias que Bruno solía contar de estos personajes del ambiente, son dignas de un libro aparte. Solo agregaré que de esa época, nacen también sus contactos con los otros dos más grandes coleccionistas gardelianos, quienes visitaban a los mismos proveedores: Ángel Olivieri y Hamlet Pelusso. En menor medida, Jorge Favetto y el periodista Luis Ángel Formento.  Pero es dable señalar, que una de las principales fuentes de hallazgos y tesoros gardelianos de Don Bruno, que aseguran la autenticidad de las piezas de museo, han sido las del propio Armando Defino, albacea testamentario de Gardel y Doña Berta. Luego, la viuda de Defino, Doña Adela Blasco, también fue fuente de acceso para los deseos de Cespi.

Con todas estas vertientes, más el día a día de la calle y algunos viajes al interior del país (una vez a Tres Arroyos, otra a San Luis, donde consiguió muchísimo material y del bueno), Cespi reunió una colección de Gardel de calibre indiscutido. Ya en los años cincuenta, Bruno no era solamente un experto en guardia vieja, sino que también lo era en asuntos gardelianos. 

5. BRUNO CESPI Y SU LABOR COMO DIFUSOR Y PROMOTOR DEL TANGO

Hacia fines de los años cincuenta, Bruno era uno de los tres más grandes coleccionistas gardelianos y el más importante del tango en general. Sus conocimientos sobre la vida y las obras de los músicos y compositores de antaño eran un manantial de información que  compartía sin recelos con otros investigadores. Héctor Ernié, gran conocedor del tango e íntimo amigo de Bruno, se formó a su lado, hasta llegar a ser uno de los más encumbrados comentaristas del género.  

Con el maestro Ernié, a partir de los sesenta y por treinta años ininterrumpidos, realizó una dupla memorable para numerosas audiciones radiales con Héctor Larrea y Antonio Carrizo. También realizaban espectáculos de difusión con el material de Cespi y los comentarios de Don Héctor Ernié. En el subsuelo del Café “Tortoni”, se llevaron a cabo cientos de conferencias de ambos, luciendo material fotográfico, fonográfico y fílmico de primer nivel, además de fomentar a los jóvenes valores del tango tradicional como el gran cantor Alfredo Sáez, César Consi, Julia Cosentino y otros nuevos talentos. Participaron a su vez, en cientos de festivales organizados por Don Raúl Lafuente de la Agrupación “El organito”, publicaron para varias revistas y libros y colaboraron en los espectáculos del Teatro “Florencio Sánchez”, donde los coleccionistas comenzaron a trabajar de manera mancomunada.  En aquellas jornadas, Cespi trató a Amadeo Mandarino, Ernesto Famá, Roberto Maida, Charlo, Nelly Omar, Julio De Caro, Cátulo Castillo, Enrique Cadícamo y otros astros de nuestra historia musical. Como colaborador de investigaciones, trabó trato con el Dr. Castell, Rubén Pesce, Héctor López y otros grandes estudiosos del pasado. Bruno jamás le cerró las puertas a nadie y permitió desinteresadamente que todos abrevaran en sus fuentes coleccionísticas. No hubo libro o revista de tango, donde no haya colaborado Bruno para su edición.

Hacia los años ochenta, además de la radio, comenzaron los viajes para dar conferencias en el extranjero. Al margen de sus cortas escapadas al Uruguay o a Chile en procura de material y encuentro con coleccionistas, fue invitado a disertar con Ernié en el primer Congreso Gardeliano realizado en México en 1988. (No recuerdo si viajó al segundo celebrado en Cuba poco después). Luego, fue invitado a disertar en Granada, España, en otro festival del tango. En aquella ocasión viajó con Hamlet Pelusso. Con el tiempo, fue llamado otra vez a España, para brindar conferencias en Madrid. También viajó a Alemania, donde un traductor oficial a teatro lleno en una sala de Berlín, tradujo el documental sobre la historia del tango y de Gardel que preparó Don Bruno con su material; y así disfrutaron los teutones de un pequeño museo que trasladó a las tierras germanas. Colombia e Italia entre otros, vieron los museos y documentales de Cespi.

En los años noventa, disertó en numerosos programas televisivos, donde defendió con vehemencia la posición francesista y anti-uruguayista respecto al nacimiento de Carlos Gardel en Toulouse (sobre este tipo de historias, se podría escribir otro libro). Participó asimismo, en varios documentales para la TV nacional y extranjera sobre tango e inclusive para documentales en el cine. Tal vez Bruno Cespi junto a Héctor Ernié, hayan sido los dos coleccionistas más reconocidos públicamente en los medios de comunicación. Hace algunos años atrás, todavía se podían leer algunos apuntes de Bruno sobre los discos inéditos de Gardel en las páginas de Clarín.  

6. BRUNO CESPI Y MARIO VALDÉZ

Como coleccionista y difusor del tango, Bruno era asiduo concurrente a los cafés de la calle Lavalle (principalmente el bar “El Aguila”), donde coleccionistas y músicos del ambiente de SADAIC se reunían a conversar sobre tango y planificar proyectos de difusión. En aquellas jornadas, hace treinta años, Bruno conoció al maestro Valdéz y nació inmediatamente una amistad y respeto mutuo sin precedentes. Me consta la admiración que ambos se profesaban. Bruno admiraba a Mario Valdéz como músico y apasionado musicólogo y Mario admiraba a Bruno como coleccionista. Entre ellos gestaron una epopeya de museo para la conservación de nuestra música vernácula de notable acervo cultural. Bruno seleccionó un sinfín de partituras de tangos de autores conocidos y desconocidos que no estaban grabados y el maestro Valdéz los llevó al piano y los grabó de manera particular. En consecuencia, hemos recuperado gracias a la idea y labor de ambos, otra tanda importante de piezas que hubiesen ido a parar al desprecio de los olvidos, de no mediar por la tarea concretada entre el pianista y el coleccionista. Algún idiota de los que nunca faltan en el tango, había menospreciado aquel emprendimiento atacando la selección, alegando que Cespi no sabía música. A lo que el maestro Valdéz respondió: “Bruno no sabrá de música, pero sabe de tango”. Frase feliz que el detractor, lejos de conocer y sentir el tango, fue incapaz de comprender.

7. MI RELACIÓN CON BRUNO CESPI

Tenía quince años cuando conocí primero a Raúl Lafuente en Radio Buenos Aires y a Juan Ayala en un festival de homenaje al bandoneonista Miguel Bonano. Con ellos me inicié en el coleccionismo, habida cuenta de que les producía mucha alegría de que alguien tan chico, se dedicara a la pasión que ellos cultivaban. Lafuente, murió al poco tiempo y Ayala se constituyó en mi maestro y tutor. Ya hablaré de este genio del coleccionismo en otro apartado, bien merecido, naturalmente. Ayala de manera inmediata me incorporó a su audición radial (de anécdotas inolvidables) y me llevó de la mano a los cafés de la calle Lavalle. En aquella época, “El Águila” había cerrado y los coleccionistas deambulaban entre el “Olimpia”, “La Nueva Real” y “Gran Lavalle”, sin contar otros lugares de reunión circunstanciales.

En el café “Olimpia”, tuve la suerte de conocer casi simultáneamente al maestro Mario Valdéz y a Bruno Cespi, como también a Héctor Lucci y a todos los coleccionistas y músicos que he conocido. Bruno, inmediatamente también me adoptó como su discípulo y me propuso trabajar conjuntamente.

En aquellos años, Cespi, Lucci, Ayala, Sami Salomón y yo, participábamos en la conocida audición “Siempre el tango” que conducía Néstor Pinsón por “Radio Municipal”. Luego pasamos a “Nacional” y después volvimos a “Municipal”, cuando era ya “Radio de la Ciudad”. Pero además de los programas radiales, con Bruno (y algunas veces con Lucci), organizamos diversos festivales de homenaje a todos los astros del tango, principalmente a Gardel, (hubo otro muy bueno de Corsini, en 1997, auspiciado oportunamente por el Diario Página/12), en el Café Tortoni y en otras instituciones culturales de Buenos Aires. Tuve el inmenso privilegio de reemplazar (modestamente, claro está) a Don Héctor Ernié en la dupla con Cespi.

Pasaba que tras la muerte de Don Héctor, nadie se animaba (y con razón) a reemplazarlo. Fue entonces que Bruno, programaba los festivales de la siguiente manera: se grababa en una cinta y salía su voz en off, mientras mostraba imágenes en diapositivas. Pero Bruno, no conforme con su dicción y no muy afecto a las cuestiones tecnológicas (como todo hombre de fonógrafo), renegaba de su condición de locutor y por tal motivo no quería seguir con el tema.

Una tarde, en un acto de confianza suprema, Bruno me propuso ocupar la plaza de Ernié. Yo, en un acto de osadía y caradurismo audaz, le dije  irresponsablemente que aceptaba su propuesta y desde 1995, recorrimos cientos de lugares y festivales homenajeando a todos los protagonistas del dos por cuatro. Bruno con su material y yo con mis comentarios.

Creo que a pesar de mis torpezas, las audiciones salían decorosamente. Recuerdo que en una oportunidad, en la que Bruno no pudo asistir, Lucci lo reemplazó desde el comando del proyector. Pero yo, corto de vista, me había olvidado los anteojos. Entre los dictados de Lucci por lo bajo y la memoria visual de las fotos de la colección de Cespi, creo que pude salir airoso de la conferencia. En otra oportunidad, faltando cinco minutos para dar inicio a nuestra actuación en un festival organizado por los coleccionistas Antonio D’Agostino y Carlitos Zinelli (h), volqué torpemente la máquina de diapositivas al suelo, desparramando o rompiendo buena parte de las fotos de Bruno, quien estalló de furia. Igualmente, con un poco de suerte y sobre la marcha, Don Cespi, con su acostumbrada paciencia fue rearmando una a una las fotos y yo estirando los comentarios de cada una de ellas, le fui dando tiempo para ir reponiendo con cierto orden cronológico, todas las diapositivas tiradas en el piso. Historias graciosas de aquellas jornadas maravillosas, donde todavía cientos de personas se acercaban a participar de los homenajes a Gardel.

La última vez que trabajé con él, fue en un festival de homenaje a Gardel celebrado en la Biblioteca “Echeverría” de la Legislatura de  la Ciudad, donde el 5 de agosto por la tarde, haremos con el maestro Valdéz un festival de los tangos yrigoyenistas, merced a la segunda presentación de nuestro reciente libro conjunto: “Hipólito Yrigoyen y el tango”. Desde ya, que todos los tangos que suenen esa tarde serán dedicados a Bruno, quien de manera entusiasta, abrió su archivo de partituras de par en par, para rescatar viejos tangos políticos de la guardia vieja.

Como maestro, Bruno ha sido un libro abierto en el coleccionismo. Siempre nos ayudó a los más jóvenes a reunir material, que tantas veces nos regalaba desinteresadamente. ¿Quién de nosotros no consiguió un disco o una foto, gracias a la ayuda de Don Bruno? ¿Quién no tomó notas de sus apuntes, de sus historias, de sus vivencias en el tango? ¿Quién de nosotros, no está triste hoy?

Más nosotros, con Mario Valdéz y todos los colaboradores de la página que lo conocieron, nos quedamos con el mejor recuerdo de su historia: porque fue su vida misma de coleccionista, su mayor obra en el tango.            

Actualizado ( Sábado, 23 de Julio de 2011 23:25 )  

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